Estaba yo durmiendo tan tranquilo mientras soñaba con coches del futuro y patinetes voladores, cuando sonó el despertador. Todo era muy extraño: había dibujos de monstruos por toda la pared, mi voz era súper aguda… Todo era rarísimo.
Después de desayunar unos cereales de niño pequeño, lavarme los dientes con una pasta para más de seis años y ponerme el uniforme de talla para siete años, me di cuenta de que volvía a estar en primero de primaria. Por una parte estaba un poco asustado: ¿Habrían cambiado los demás? ¿Podría adivinar el futuro? Sin embargo, estaba ansioso por saber qué había pasado. Por fin llegué al colegio y no conocía a ninguno de mis compañeros, ¡ni siquiera conocía al profesor! Según iba transcurriendo el día las clases eran más fáciles. Primero dimos las sumas y después hicimos lectura. Dejé impresionado al profesor y no paraba de felicitarme. Por fin tocó el timbre y salimos al recreo. En la pista de fútbol todos se quedaron pasmados con mi juego. Era una especie de héroe para ellos. En las demás clases todos alucinaron y al final del día tenía ocho “Pupis”.
¡Fue el mejor día de mi vida! Aunque por desgracia solo era un sueño y acabó enseguida; pero aun así fue genial.
Pablo Álvarez de las Asturias de 6º A.
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