Una experiencia única, emocionante, no con mucho riesgo pero sí divertida.
Fueron siete días que no podré olvidar en mi vida.
La emoción de ir y de ver a todas las chicas rezando por conseguir esas plazas. La
semana antes solo se hablaba del viaje, de cómo sería Londres y sobre todo qué
chica inglesa nos tocaría. Las chicas estuvimos toda la semana esperando ese gran
día.
Levantarnos a las seis no fue que se diga muy divertido, pero valió la pena. Pero
cuando llegamos allí, fue… ¿cómo explicarlo? Gris y frío, pero a nosotras no nos
importaba eso… ¡¡ya queríamos ver a las chicas inglesas!!!
Allí estaba un grupito de chicas inglesas, casi todas rubias y tan blancas que se
podría decir que parecía vampiros. Mil miradas y sonrisas se cruzaban en el aire
parecía que había una línea imaginaria que no podíamos cruzar. ¿Qué pasaba? Nos
pusimos tímidas y sin saber qué decir, y no nos podíamos creer que estábamos con
ellas. A los cinco minutos todo volvió a la normalidad, inglesas y españolas
hablando como si nos conociésemos de toda la vida. Ese día terminamos agotadas,
deseando llegar al internado y sentadas en el bus vimos aparecer un edificio
semejante a un castillo. Bea Villacé señaló hacia allí y dijo: Chicas… eso es
Benenden School. Todas nos quedamos anonadadas.
El salón principal era de película, con la alfombra roja bajando por la escaleras…
¡¡No me quería ir!! Convivir con las alumnas, ver cómo eran las clases… eso era
increíble; pero hubo algo que a ninguna de las chicas que fuimos se nos ha olvidado
… ¡¡¡LAS GALLETAS!!!
Los días allí se nos pasaron bastante rápido. Al segundo día ya habías visto todas
las instalaciones porque la clase que te tocaba a la hora siguiente era en el lado
contrario a donde estabas en ese momento.
Los días allí eran divertidos. Un día normal consistía en levantarse, dar clase con
las niñas inglesas, descanso para tomarnos algo, algo más de clase y más tarde un
laaaaargo tiempo para comer, descansar y jugar. Luego se hacía deporte en el
gimnasio o en las pistas de tenis y más tarde hacías lo que querías. Fue,
simplemente, genial.
Recomiendo que todas las chicas prueben una experiencia así porque te haces
amigas de otros países y aprendes ingles de otra manera, no escuchando a un
profesor decir frases, sino hablándolo (AUNQUE SIN QUERER DIGAS
ALGUNA BURRADA) porque, aunque seas vergonzosa, vas a tener que hablar
para defenderte. Practicando es la mejor manera de aprender un idioma y si el
colegio te da la oportunidad… ¡¡aprovéchala!!
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