jueves, 23 de mayo de 2019

"CHARLIE Y LAS BRUJAS" 2º PREMIO RELATOS 3º Y 4º PRIMARIA


Erase una vez un niño que se llamaba Charlie. Era un niño muy listo y valiente, que vivía en una gran mansión. Una noche se pudieron escuchar ruidos muy extraños en la casa: risas, platos cayéndose al suelo y gritos. En la siguiente noche, Charlie se quedó escondido para observar lo que ocurría. Pudo ver manos negras, largas uñas, grandes pelucas, dientes azulados y pies cuadrados. ¡Eran brujas! Daba miedo verlas.

Superado el susto Charlie decidió atraparlas antes de que sus padres volvieran a casa. Tenía que cazar a tres brujas. A la primera le cayó un cubo de pintura al abrir la puerta. No podía ver nada, y Charlie aprovechó para echarle una red encima. Charlie había untado de cola toda la escalera y allí quedó atrapada la segunda. La última bruja fue la más difícil de atrapar. Tuvo que llenar el suelo del cuarto de baño de jabón resbaladizo y desconectó la bombilla. Charlie no sabía qué hacer ahora. Pensó en su amigo el Gigante Bonachón y se fue a buscarle para ver si podía ayudarle. Le contó todo lo sucedido y el Gigante cogió rápidamente su libro de hechizos. Los dos volvieron a la mansión. Mientras se acercaban se dieron cuenta que las brujas se habían liberado. 
Bajo la luz de la farola de la calle el Gigante abrió su libro pasando páginas rápidamente  buscando el hechizo más adecuado. Pronunció extrañas palabras que provocaron un gran resplandor, tras el cual vieron cómo la gran mansión se había convertido en una gigantesca jaula donde estaban atrapadas las tres jaulas.
Entre tanta alegría aparecieron los padres de Charlie que boquiabiertos exclamaron: -¡Nuestra casa!, ¿dónde está?
El Gigante dijo: - No os preocupéis. Os llevaré conmigo a mi paraíso un tiempo y allí juntos aprenderemos a deshacer el hechizo. 
Los cogió y los metió en el bolsillo de su camisa. Echó a correr hasta alcanzar una velocidad supersónica  que los transportó a otro mundo; a su paraíso.

Tomás Lamamié
2º Premio Categoría A  3º y 4º Primaria
X Concurso Literario Sagrado Corazón Chamartín

miércoles, 22 de mayo de 2019

"HOLA, JANE GODALL" 3º PREMIO RELATOS 3º Y 4º PRIMARIA

Hola, Jane Godall

Me he enterado que toda tu vida has estado cuidando y protegiendo a los chimpancés. Yo quería hacer lo mismo pero con todos los animales del mundo. Me encantan los animales y dinosaurios y mi animal favorito es el dragón de komodo. A veces sueño que tengo un dragón de komodo de mascota y otras veces que tengo un traje mágico que me hace convertirme en el animal que quiera.

¡Hasta pronto, Jane Godall!

Gonzalo Peral Casillas
3º Premio Categoría A  3º y 4º Primaria
X Concurso Literario Sagrado Corazón Chamartín

martes, 21 de mayo de 2019

MICRORRELATO #AZUL


Vamos con el microrrelato que hacen cada semana los alumnos de 2º de ESO. En esta ocasión el protagonista es el color AZUL.


"Fue aquel hermoso 4 de febrero. Ese día soleado, con un fantástico cielo azul, en aquella cafetería, cuando la oí hablar por primera vez: - "un café con leche para tomar aquí, por favor". Aquella preciosa voz me cautivó desde entonces hasta el final de los días"

Jaime Parente (2ºESO)

lunes, 20 de mayo de 2019

ENCUENTRO DEPORTIVO CON ROSALES



El pasado jueves 25 de abril los alumnos de 1º de la E.S.O pudimos disfrutar de un agradable encuentro con el Colegio Sagrado Corazón de Rosales debido a su 75 aniversario. Nos fuimos a las instalaciones del Polideportivo Puerta de Hierro, pudimos practicar muchas actividades deportivas con ellos como por ejemplo: baloncesto, fútbol o vóley playa.

También pudimos disfrutar nuestros compañeros de Rosales no solo compitiendo sino también haciendo amigos, Comimos juntos y charlamos alrededor de las pistas. Les deseamos que cumplan muchos más años.

Esperamos que se repita esta oportunidad no solo para nosotros sino también para más compañeros aunque no estemos de celebración. 
Os dejamos un pequeño vídeo para que reviváis el momento.

 Isabel Ramírez, Alicia Perry y Gabriela Ramírez (1ºESO)

ACERTIJO DE LA SEMANA

El acertijo de esta semana tiene más de 1000 años de antiguedad. Quizás lo conozcas. Si no es así, inténtalo.

El protagonista es un pastor, que deberá cruzar con su barca un río y trasladar con él a un lobo, una cabra y una col que compró en el mercado.
El inconveniente es que el hombre sólo puede subir uno de ellos en la barca en cada desplazamiento, así que deberás evitar que el lobo se quede sólo con la cabra y se la coma o que la cabra se quede sola con la col y se la coma.
El dilema es: ¿cómo debe hacer el barquero para dejarlos a los tres en la otra parte del río sin perder a ninguno de ellos?
Pista: puede hacer todos los desplazamientos que quieras.
¡Ánimo!
¡

VISITA DE 4º DE ESO A LA CUEVA DE LOS ENEBRALEJOS

El pasado martes 21 de Mayo los alumnos de 4·ESO visitamos la Cueva de los Enebralejos, localizada en Segovia (Prádena).

El viaje fue largo pero con la música y los amigos ¡se nos pasó volando!

Al llegar un guía muy agradable nos contó que esa cueva había sido formada por un río, nieve y agua a lo largo del tiempo y que en la antigüedad fue usada para enterramientos.

Nos explicaron que la cueva estaba llena de rocas con forma de animales (caballos dragones), objetos (zapato de cenicienta), pinturas rupestres, huevos fritos y los restos de uno de los enterramientos de un esqueleto humano al cual llaman Fermín.

Recorrimos la cueva hasta gran profundidad y pudimos observar estalactitas, estalagmitas, columnas, macarrones… todo con formas increíbles.
Llegados a un determinado punto de la cueva, apagamos las luces que llevábamos y pudimos disfrutar del sonido de agua que resonaba por toda la cueva.
Incluso pudimos observar un lugar donde se entremezclaban diferentes minerales dando un colorido muy variado.

Yo creo que ha sido una experiencia inolvidable ya que es una suerte poder observar como se realizaban cultos tan importantes en la antigüedad, además de poder observar las maravillas que hace la naturaleza y lo afortunados que somos de poder conservarlas hoy en día.

Marta Bravo (4ºESO)

viernes, 17 de mayo de 2019

"MI VUELTA TRAS LA VUELTA". GANADORA RELATOS 3º Y 4º ESO


Partimos con una tripulación de 265 hombres, hoy 3 años después regresamos a casa sólo 18.
La navegación ha  sido  realmente complicada, ni el más imaginativo de todos los que hemos participado en esta hazaña podría haber soñado con todo lo que hemos visto, vivido y sufrido.

Estábamos advertidos de los peligros de la mar al fin y al cabo todo somos marineros experimentados, pero los mares y océanos que hemos visto nada tienen que ver con el mar que desde mi Guipúzcoa natal veía. Tantos colores distintos, tantas puestas de sol, tantos compañeros perdidos anotados en este cuaderno de bitácora que hoy acabo de escribir.

Desde aquí quiero rendir homenaje a mis  compañeros de travesía que no vuelven a casa, algunos enfermaron de escorbuto, otros de alguna extraña enfermedad que contrajeron cuando a  pesar de las recomendaciones bajamos a por víveres en la isla de Cabo Verde, donde varios de mis compañeros fueron detenidos por el gobernador Portugués.

Todo esto lo pondré en conocimiento del emperador Carlos V que nos ha citado para conocer más de nuestra expedición.
No sé si tantas cosas vividas podrán ser resumidas en una breve reunión. No podía imaginar que el mundo tuviese tantos contrastes y que las civilizaciones a pesar de ser tan distintas entre si tuviesen tantos puntos en común.
La manera de organizarse, de protegerse como en el caso de China que levantó su inmensa muralla para protegerse de  los invasores de la frontera norte.

O la manera de comercial de los Maya donde el trueque con granos de café y chocolate hacía innecesario el uso de monedas.
Pirámides, faraones, el relato escrito de Sinuhé y todo esto con el Nilo como testigo de lo que sucedía.

Pero siempre la escritura dejando huella en el tiempo de todo lo importante que sucedía, como quizás esté haciendo yo ahora.
 Ya lo hacían los egipcios con sus Jeroglíficos, incluso los chinos con su sistema de escritura.
En el fondo todos buscamos lo mismo y con el paso de los siglos eso no ha cambiado, todos queremos volver a nuestras casa, buscar seguridad, a la familia.

En el recuerdo llevo también a quien  conocí en Sevilla antes de partir, todos le llamaban Magallanes, yo prefería llamarle por su nombre, Fernando, tantas cosas nos unieron como nos separaron. Pero no sería justo no nombrarle en esta última hoja del cuaderno de Bitácora.

No sé si al emperador le parecerá interesante mi relato, o se reirá de las cosas de marinero loco que tengo, en cualquier caso si le diría que viendo el mundo como lo he visto también he visto muchas maneras de gobernar.
Faraones, emperadores, jefes de tribus, reyes… había tantos tipos y tan distintos. Hay quienes de manera noble hacían su trabajo para el pueblo, otros solo pensaban en su propio interés y dejaban a su pueblo morir de miseria y otros que intentaban ser la mejor versión de si mismos.
Viajar te abre las puertas de la mente,  me siento afortunado. Quien me lo iba de decir a mí, ahora me llaman Sr. El Cano, no sé si me acostumbraré  a un trato tan distinguido y elegante, ya que mis ojos miraban con la inocencia de un niño todo lo que he descubierto.
Dicen que pasaré a la historia , que seré rico … No me importa ya que mi mayor riqueza es volver a mi casa y poder contar todo lo que estos 3 años me han regalado y nunca olvidar a mis compañeros que no podrán hacer lo mismo.

Juan Sebastián El Cano
María Matarranz
Ganadora Categoría D 3º y 4º ESO
X Concurso Literario Sagrado Corazón Chamartín

"ATLAS". GANADORA RELATOS 1º Y 2º ESO


Atlas tiene miedo. Quedan todavía dos horas para que la nave despegue y no vuelva a ver la Tierra. Recuerda el viaje de ida hasta el transbordador en aerodeslizador. Un calor abrasador, después de la desaparición de la capa de ozono en el 2119, invadía la tierra; una niebla química y tóxica le hacía llorar, y, aunque sobrevolaban el Océano Pacífico, antes azul y cristalino, no se veía el mar. Atlas y la mayoría de gente de su edad solo habían visto agua no reciclada en el lago artificial de la Torre, pero su abuela le había dicho que, tiempo atrás, ese continente de plástico había sido precioso, lleno de agua añil y salada.

Su abuela. Atlas solo tiene a dos personas a las que quiere en el mundo: su Nana y Eris. Atlas no es un chico de quince años normal, no tiene amigos -“Y no los necesito”- se repite en su mente. Aunque está destrozada, Atlas ama la Tierra, y cuando le dijeron que habían encontrado otro planeta en condiciones para vivir, le dio un ataque de ansiedad y se encadenó a un árbol de la Torre. Mientras piensa en esto, Atlas sonríe, recordando los tiempos antes del Incidente de la IA, donde perdió a sus padres.
La cola avanza. Nana subirá en otra nave, pero se encontrarán en el FB276, su nuevo hogar, su nuevo planeta.
 “Piénsalo de esta forma,”- se consuela a sí mismo- “si la nave la ha construído Eris será segura”. Eris es la mejor. Eris es su hermana de otra madre. Su alma gemela.                                          
Sigue avanzando. Queda una hora. Observa a la gente, como siempre. Delante, tiene a una mujer, alta, de unos treinta años, con un bebé que como mucho debe tener 6 meses. La mujer está de espaldas, pero el bebé ríe, ignorando que este es el planeta en el que ha nacido. Ignorando todo lo que podría haber vivido si los humanos no destrozáramos todo lo que tocamos. Detrás de Atlas hay un anciano de unos 70 años. El anciano llora. Recuerda momentos de cuando la Tierra era hermosa.
 “Ese señor se parece al abuelo.” pensó.
El abuelo. El que le enseñó aquella canción de Bowie sobre un astronauta. En ese tiempo, el sueño de Atlas era ir al espacio, ahora, haría lo que fuera para quedarse en tierra.
Un grito helador corta en seco sus pensamientos.
-¡NO PODÉIS OBLIGARME! ¡NO ME PODÉIS LLEVAR A LA FUERZA!- chilla una chica, a la que unos agentes vestidos de inmaculado blanco sujetan de pies y manos- ¡CONOZCO MIS DERECHOS!
“Al fin, alguien como yo”- suspira Atlas, por lo bajo-.
Pero su alivio no dura. Un disparo calla de inmediato a esa chica rebelde. Le calla a ella, pero enciende a todos a su alrededor. Gritos. Llegan más agentes. Se oyen más disparos. Atlas no puede respirar, se asfixia. Conoce bien esa sensación. Es la sensación de cuando un profesor le regañaba en la escuela, la de cuando vio a su madre tratando de proteger a su padre de ese robot, la de cuando le dijeron que tendría que irse de su amada Tierra. La sensación de cuando sabes desde el principio que reunir a toda la humanidad para que abandone su casa no es una buena idea.
La blanca y perfecta plataforma de despegue se ha teñido de rojo. Un rojo que manda una señal. Un rojo que les dice: Podéis amotinaros y todo lo que queráis, pero preferimos arrancaros de vuestro hogar que invertir en arreglar el estropicio que hay en él.
Está paralizado. Congelado. Quiere correr, sus piernas no responden; quiere pensar, su cerebro no lo procesa.
No hay esperanza.
-¡ATLAS! ¡¿DÓNDE ESTÁS?!
Eris. Su esperanza.
-¡Eris! Eris, estoy aquí.
-Dios. Atlas, ¿estás bien?- pregunta, aliviada- ¿Te han hecho daño?
- Estoy bien. ¿Y mi abuela?
Eris se queda callada. Atlas sabe lo que significa, pero no llora. Nana no lo hubiera querido así.
-Atlas…
- Está bien. No pasa nada. Hay que irse.
- Ya, pero, ¿a dónde? Si nos quedamos o nos matarán o nos moriremos.
- Eris, tranquila. Ahora mismo, incluso la tierra es más segura que quedarnos con los agentes. Nos escaparemos. Sobreviviremos.                                                                                                            
                                                                                                   Cristina Pérez de Uribe
Ganadora Categoría C 1º y 2º ESO
X Concurso Literario Sagrado Corazón Chamartín

miércoles, 15 de mayo de 2019

"MEMORIAS DE RICHARD FRANCIS BURTON". SEGUNDO PREMIO RELATOS 3º Y 4º ESO


Richard todavía recordaba cuando su padre, el coronel Joseph Netterville Burton, volvía a casa en épocas de verano, y se pasaba días y días hablando sobre sus trabajos, sus medallas, y sus reconocidos trofeos e insignias. También recordaba la tristeza que sentía cuando el invierno se acercaba, y el verano se alejaba como un velero en la mar, ya que suponía tener que despedirse de su padre, y comenzar de nuevo las clases que le impartían varios tutores contratados por su madre, heredera de una familia acomodada de Hertfordshire.

Sus anteriores tutores, tanto de música como de pintura, habían resultado no ser del agrado del pequeño, ya que este terminó por romper un violín en la cabeza de uno, y escapar de las clases del otro. Sin embargo, el nuevo tutor de Richard era un profesor magnífico, que le enseñaba el arte de la cultura, materia que le fascinaba. Mostró desde muy pequeño una gran habilidad con las lenguas, aprendiendo rápidamente francés, italiano, latín, hindi  y otras lenguas  indostánicas.
Pero a medida que iba creciendo, Richard  descubrió que existían infinidad de lugares con distintas lenguas, religiones, comidas y toda clase de detalles culturales, ya sean ropa o incluso apellidos de familias importantes; y comenzó en su interior el deseo de viajar a nuevos lugares en busca de aventuras y aprendizaje, y consiguió fama por su espíritu aventurero y sus posibilidades en otros lugares.
Con 30 años, cuando paseaba por la calle, miraba las casas y pensaba en la sociedad en la que vivía: los artistas eran mayoritariamente extranjeros; el idioma provenía de lenguas germánicas occidentales; sus principales documentos constitucionales eran la Carta Magna y la Declaración de Derechos de 1689; durante muchos años, la literatura había sido escrita principalmente en francés y latín; el cine y la música tenían una larga y rica historia; y la gastronomía se basaba en la carne, los pasteles, los pescados y los caldos. Todas estas (y muchas otras) características determinadas formaban su sociedad, y otras sociedades y civilizaciones de otros lugares y épocas, tenían sus propias formas de cultura, de arte, de música, su propio idioma, su cine, sus  teatros, su  gastronomía y miles de cosas más. La cantidad de variaciones en estos datos eran infinitas, y solo de pensar las nuevas culturas que aún quedaban por conocer, con todas sus variantes posibles, hacían que su corazón se llenase de emoción y ganas de descubrir mundo.
Mientras seguía con sus ensoñaciones, se le acercó un hombre barbudo, que a juzgar por sus ropas e insignias, parecía un oficial del ejército británico, probablemente de algún lugar de las indias.
-       Buenas tardes. - le saludó, tendiéndole la mano- Soy el teniente  John Hanning Speke, es un placer conocerle al fin en persona.
Estrecharon sus manos.
-       Encantado. – respondió él.
-       He escuchado que se ha dispuesto usted a viajar como lingüista a cualquier lugar del mundo.
-       Así es.
-       Bien. Pues venía a ofrecerle un puesto en la compañía que viajará el próximo mes a Centroáfrica, explorando los lagos de la zona, en busca de nuevas civilizaciones.
La oferta fue recibida con gran entusiasmo y Richard aceptó gratamente, tras haber concretado los detalles del viaje.
La cultura de los hombres y mujeres de las tribus somalíes que visitó era fascinante para él: era un conjunto de tradiciones de origen autóctono desarrolladas y acumuladas durante milenios. Su idioma era miembro de las lenguas cusitas; la religión que predominaba en esos momentos era el islam; la sociedad se dividía en clanes, formados por varias familias; las mujeres llevaban la cara tapada; y su gastronomía estaba basada en el arroz y la pasta.

Las imágenes que se repetían en su cabeza eran confusas y giraban a su alrededor mientras su vista se nublaba: la carta en la que aceptó la oferta del teniente Speke, las caras de los somalíes de Harar, la ciudad de Emir, el anuncio de su viaje de vuelta…
Y allí estaba, caminando por el desierto junto a Speke. Le miró, y descubrió que su aspecto había cambiado considerablemente: había adelgazado mucho más de lo conveniente, y en su cara se marcaban los huesos de sus pómulos y mandíbula. Además su barba había crecido más de lo que se podría considerar cómodo, y sus ropas aparecían gastadas y rotas, hechas girones. Andaba descalzo, como él, ya que las sandalias que antes adornaban sus pies habían quedado inservibles durante su travesía por ese interminable desierto que ahora trataban de atravesar.
Él tendría más o menos el mismo aspecto, por lo que prefirió no fijarse en su ropas ni en su rostro y concentrarse en poner un pie delante del otro, agradeciendo no tener un espejo frente al que lamentarse. Lo cierto es que hacía mucho que no se veía en un espejo, y lo echaba de menos. Echaba de menos todo de su vida n Inglaterra, cuando aún era un niño y no tenía que preocuparse por la falta de recursos.
Pensando en esto abrió su bolsa y descubrió que no les quedaba agua. Tal vez aguantarían un par de días comiendo, pero el camino que faltaba era extenso, y sin agua no llegarían muy lejos.
Sintió que se desplomaba y que se llenaba la boca de arena. Notó que Speke se acercaba e intentaba levantarlo, casi sin fuerzas para sostenerse en pie.
Entre la cegadora luz de los rayos del sol, entrevió una figura voladora que se movía con gran facilidad. Trató de incorporarse y se fijó mejor, enfocando la vista hacia aquella figura. Era un ave. Un pájaro posiblemente marítimo que anunciaba a los exploradores la cercanía del mar.
Henchido de una nueva esperanza logró ponerse en pie y, mirando a lo lejos descubrió la sombra de una ciudad costera, y los reflejos de la luz sobre el mar.
Cargando con Speke, cruzó el desierto y alcanzó su objetivo.

Tras este viaje Richard siguió viajando junto al oficial Speke en muchas otras aventuras por África central, descubriendo lagos como el Tanganica o el Victoria, con algunas rivalidades profesionales, pero siempre conscientes del apoyo del uno sobre el otro.

Carmen Torres Rodríguez
Segundo Premio Categoría D 3º y 4º ESO
X Concurso Literario Sagrado Corazón Chamartín

"LA MÁQUINA DEL TIEMPO". SEGUNDO PREMIO RELATOS 1º Y 2º ESO


Cuando decidimos embarcarnos en este viaje, nunca pensé que iba a convertirse en la mayor experiencia de mi vida. Me llamo Laura, y en mis trece años he viajado más bien poco. Por eso, tenía muchas ganas de que mi amigo Nico terminara por fin su proyecto. Empezaré por el principio.



            Nico es mejor amigo, y es un chico muy alto y desgarbado, con el pelo oscuro y revuelto y la mirada profunda. Y aunque algo es tímido y reservado, es la persona más inteligente que conozco. Desde muy pequeño él siempre ha querido ser un gran inventor, pero su sueño más grande siempre ha sido crear una máquina del tiempo. Estuvo trabajando en su proyecto durante días, semanas, meses... Tuvo que trabajar muy duro, pero nunca perdió la esperanza. Siempre recordaré lo emocionado que estaba cuando, una mañana de Noviembre, me anunció con ilusión que ya lo había conseguido: ¡había creado una máquina del tiempo! Fuimos corriendo a su casa, donde vive con su abuelo, y subimos a la buhardilla. Allí me enseñó muy orgulloso su creación. Era un artefacto muy curioso, con una pequeña cabina y muchos botones y palancas que se escapaban a mi comprensión.
            La verdad es que no parecía gran cosa, pero Nico estaba tan orgulloso que me alegré con él. Aunque la aventura empezó de verdad cuando me dijo: "Laura, ahora debemos probar si funciona". Me quedé mirándole sin comprender, y cuando por fin me dí cuenta de lo que quería decir, Nico ya me estaba empujando dentro de la cabina para comenzar el viaje. Yo no estaba muy segura de que aquello fuese a funcionar, pero no quería decepcionar a mi amigo, así que cerré los ojos, me agarré a él y recé para que todo funcionase bien.
No sé cuánto tiempo duró el viaje, pero aterrizamos muy bruscamente y con el estómago del revés. Tras  salir de la cabina y recomponerme, miré a mi alrededor. Estábamos en una zona desierta y árida, y no se veía el mar que acostumbraba a observar desde mi casa en Lisboa. No sabíamos dónde estábamos, así que me fui a investigar mientras que Nico se quedaba vigilando su invento.
Estaba a punto de caer la noche y no fue una buena idea por mi parte adentrarme sola en el desierto y dejar a mi amigo solo, pero eso fue lo que hice. Y después de andar y andar sin encontrar nada, decidí rendirme y volver con Nico. O eso pensaba yo… Cuando llegué al lugar en el que le había dejado, allí no había nadie, tan solo unas curiosas huellas que se internaban por el desierto. Preocupada por mi mejor amigo, las seguí, esperando dar con él. Pero me acompañaba el incómodo presentimiento de que alguien me observaba desde muy cerca.
Estuve caminando durante mucho tiempo, hasta que el agotamiento me venció y me quede dormida en un pequeño oasis.
No recuerdo lo que sucedió durante la noche, solo que, cuando abrí los ojos, estaba en una celda junto a Nico. “¡Por fin te despiertas!” exclamó. Me contó que unos hombres extraños lo habían secuestrado, y de camino a la celda había visto unas grandes pirámides en el horizonte. “Ahora sé dónde estamos: en la época de los faraones, el Antiguo Egipto,” dijo. “Tenemos que hallar una forma de salir de aquí”-pensé.
Justo en ese momento, escuchamos los ronquidos del guardia que vigilaba nuestra puerta. Nico y yo nos miramos: después de las muchas travesuras que habíamos tramado desde pequeños, quitarle las llaves al guardia fue pan comido. Abrimos la puerta en unos instantes, pero cuando íbamos a escaparnos, el guardia se despertó muy enfadado. Corrimos por aquellos túneles hasta dejarle atrás, y salimos por una portezuela al caluroso desierto, libres al fin.  Pero entonces caí en la cuenta de que o sabíamos dónde estaba la máquina del tiempo. Entonces apareció una pequeña niña de baja estatura ante nuestros ojos. No entendíamos su idioma, pero nos hizo señas para que la siguiéramos.
Por sus gestos adiviné que nos había estado observando y que había ocultado la máquina hasta nuestro regreso. Y después de una caminata llegamos a unas dunas, en las que estaba el invento de Nico semienterrado en la arena. Tras despedirnos de nuestra pequeña salvadora y agradecerle su valiosa ayuda, entramos en la cabina y Nico arrancó la máquina.
Después de un tiempo, aterrizamos en la buhardilla de Nico con el acostumbrado mareo. Nico tenía los ojos brillantes: “funciona”-exclamó-“mi invento funciona de verdad”. Verle así me llenaba de satisfacción, y no podía estar más orgullosa de él. Porque, sí, mi amigo Nico era el mejor inventor del mundo.

Elena de Pablo Gozalo
2º Premio Categoría C 1º y 2º ESO
X Concurso Literario Sagrado Corazón Chamartín

martes, 14 de mayo de 2019

DISCURSO DESPEDIDA DE 2º BACHILLERATO

Como cada año, queremos compartir con vosotros el discurso de despedida de 2º de Bachillerato que este curso ha dado la profesora Teresa Alba. Es un momento muy emocionante y cada año el profesor que lo realiza deja lo mejor de sí mismo. ¡Comprobadlo vosotros mismos!

Buenas tardes a todos,


No sé si sabéis que este año la cosa ha estado emocionante. No se ha sabido qué profesor iba a hablar hasta el último momento. ¿Y por qué? Bueno, pues yo creo que porque vivimos en un mundo rápido, con prisas, con muchas cosas que hacer. Y a veces, y esta es una de esas veces, hay que pararse, pensar y poner en palabras lo que uno siente, lo que uno piensa. Y eso no es fácil.
Además, estas palabras, ¿son en nombre de quién? ¿de mí misma? ¿de todos los profesores y el personal del colegio que han pasado por vuestras vidas en estos quince años? O peor aún, ¿en nombre del Sagrado Corazón de Chamartín y sus más de 150 años de Historia? ¿O desde que Magdalena Sofía fundó el primer colegio? Como veis, no es fácil.
Desde entonces, ha habido muchos alumnos que han terminado Bachillerato, muchos padres y profesores orgullosos y, desde luego, muchos discursos. Pero es que vosotros sois distintos, sois únicos.
Yo no sé si conocéis un chiste de Quino en el que aparecían muchas parejas, todas iguales, abrazándose y había una que decía: “¿Cómo hacerle entender al mundo que lo nuestro es distinto?” Pues sí, como todas las historias de amor, lo nuestro es distinto. Vosotros sois distintos, únicos: unos llegáis con cara de dormidos por las mañanas; otros, al contrario, tenéis energía desde el minuto uno. Unos os dais a conocer pronto; otros, no, vais más poco a poco, os vais mostrando de forma más sutil. Unos sois más creativos, otros más analíticos, unos más generosos, otros más simpáticos…
Y todos os vais a ir, vais a salir dentro de poco por esa puerta al mundo, con rumbo desconocido. “Deixo a aldea que conoso por un mundo que non vin.” / “Dejo la aldea que conozco por un mundo que no vi”, que decía Rosalía.
Pero antes de que pasara eso, y para que pudiera pasar eso, han tenido que pasar muchas cosas, mucho tiempo, muchos años, quince, más o menos. Y en esos quince años ha dado tiempo a todo: a momentos de disfrutar mucho, a muchas alegrías y momentos de tristeza a lo mejor. Y también a mucho esfuerzo, a algún agobio de vez en cuando, a momentos maravillosos con los amigos, a alguna contrariedad también, quizá también hemos creado nuevos amigos, que en Bachillerato siempre tenemos unos nuevos fichajes estupendos.
Y sí, porque en este mundo que decía antes que es tan rápido, tan inmediato, en el que queremos ver los resultados pronto, la educación sigue otros ritmos, como bien saben vuestros padres. La educación sigue los tiempos de la agricultura. Tiempos lentos, en los que hay que ser paciente, en los que hay que sembrar. Y hay que esperar a que la semilla germine y va germinando, pero nosotros no lo vemos y quizá a veces dudamos, pero tenemos fe. Y seguimos regando. Todos, la tribu entera: vuestros padres, claro, vuestras familias, y también nosotros, vuestros profesores y todo el personal del cole. Poco a poco. Y ahora vemos que empezáis a brotar, algo. Y os vais de aquí, y seguiréis siendo regados por otras manos, y seguiréis brotando y os saldrán ramas y cada vez serán más grandes y más sólidas.
Cuando os veo en las fotos de cuando eráis pequeños, en el montaje que nos regala cada año Ana -que algunos ya hemos visto en primicia-, me gusta mucho pensar, no sé por qué, que en esos momentos estábamos en el mismo lugar, en el mismo colegio y que aún no nos conocíamos.
Quiero decir, que me gusta saber que estábamos cerca pero que aún faltaba tiempo para que nos cruzáramos. Que ese momento llegó, que al final nos encontramos y… que ahora, nos volvemos a alejar, a separar. Y no pasa nada, también tendréis ahora otros profesores, otras personas, que no tienen que ser profesores, con las que os cruzaréis ahora y que también os ayudarán a fortalecer vuestras ramas, que también os regarán.
En un programa de radio mañanero, preguntaban a los oyentes algo así como que qué ilusiones tenían cuando eran jóvenes y si las habían cumplido. Hubo una chica que contestó: “Cuando tenía 18 años yo tenía muchos sueños y ahora que tengo cuarenta y tantos, lo que tengo es mucho sueño.”
Y me hizo gracia, porque a veces nos podemos sentir así. Y entonces me acuerdo de vosotros, que tenéis esos 18. Y me parece un verdadero privilegio poder acompañaros, poder vivir, durante un tiempo, al lado de personas que van a salir del cascarón, de personas que tienen la cabeza llena de sueños, llena de ilusión, de pasión, de ganas de cambiar el mundo, de grandes proyectos y también de incertidumbre y un poquito de miedo, de todo lo que se siente cuando uno tiene el mundo delante para comérselo.
Eso se llama juventud y no se tiene por qué perder cuando uno va cumpliendo años.

Os voy a leer un pequeño cuento de Eduardo Galeano, un escritor uruguayo que, en un momento de su vida, se vio obligado a dejar su país y dice esto:


El río del Olvido

La primera vez que fui a Galicia, mis amigos me llevaron al río del Olvido. Mis amigos me dijeron que los legionarios romanos, en los antiguos tiempos imperiales, habían querido invadir estas tierras, pero de aquí no habían pasado: paralizados por el pánico. Se habían detenido a la orilla de este río. Y no lo habían atravesado nunca, porque quien cruza el río del Olvido llega a la otra orilla sin saber quién es ni de dónde viene.
Yo estaba empezando mi exilio en España, y pensé: si bastan las aguas de un río para borrar la memoria, ¿qué pasará conmigo, resto de naufragio, que atravesé toda una mar?
Pero yo había estado recorriendo los pueblecitos de Pontevedra y Orense, y había descubierto tabernas y cafés que se llamaban Uruguay, Venezuela o Mi Buenos Aires Querido y cantinas que ofrecían parrilladas o arepas, y por todas partes había banderines de Peñarol y Nacional y Boca Juniors, y todo eso era de los gallegos que habían regresado de América y sentían, ahora, la nostalgia al revés. Ellos se habían marchado de sus aldeas, exiliados como yo, aunque los hubiera corrido la economía y no la policía, y al cabo de muchos años estaban de vuelta en su tierra de origen, y nunca habían olvidado nada. Ni al irse, ni al estar, ni al volver: nunca habían olvidado nada.

Y ahora tenían dos memorias y tenían dos patrias.

Pues eso, que a vosotros os faltan por cruzar muchos ríos o muchos mares y a descubrir nuevas patrias. Pero siempre, repito, siempre, tendréis en el colegio una de ellas.


Muchas gracias.

Teresa Alba

lunes, 13 de mayo de 2019

"UN DESCUBRIMIENTO INESPERADO". TERCER PREMIO RELATOS 3º Y 4º ESO


Esta es la historia de un explorador llamado Cristóbal. Al comienzo de esta historia, él no todavía no era consciente de que se convertiría en uno de los mayores exploradores del mundo.


Todo comenzó una tarde de invierno y de viernes, mientras jugaba con sus amigos a las cartas en “La taberna de los Reyes”, ubicada cerca del puerto de Cádiz.  A punto de ganar la partida, algo le distrajo. Un señor entró gritando que los Reyes Católicos estaban buscando a un explorador para mandarle a un viaje por los mares, y que aquellos que se ofrecieran pasarían unas pruebas para ver si estaban preparados.  Además, también comentó que aquellos que zarparan en el barco ganarían una buena fortuna.

Cristóbal, que no andaba bien de dinero, ya que había salido de su país de nacimiento con poco, no se lo pensó dos veces ya que en Cádiz no tenía nada que hacer.  Se acercó al señor y le preguntó donde había que apuntarse. Al día siguiente cogía un barco con destino al Puerto de Palos.

El puerto estaba lleno de candidatos. Les hicieron pruebas físicas de correr, saltos y fuerza. Además, les hacían pasar test de conocimientos marítimos y de cultura general. Cuando terminaban también tenían un reconocimiento médico.  Cristóbal consiguió sacar buenos resultados en todo, y pasar las pruebas cómo futuro capitán de la exploración. Tendría a su cargo tres navíos: La Pinta, la Niña y la Santa María.

El 12 de octubre de 1492, partieron. Dos meses después y tras días muy duros en la mar, sin casi quedarles comida, llegaron a tierra.  Nada  más bajar del barco, se encontraron a un grupo de humanos de piel oscura. Creyeron que había llegado a las Indias.

Los indios con los que se encontraron no hablan su idioma. Apenas sabían cómo comunicarse con ellos y  además, pensaban que hasta les tenían miedo.

Una tarde aburridos, Cristóbal junto a su grupo, sacó las cartas. Los indios, con curiosidad, se acercaron a ver a que estaban haciendo, ya que les oían reírse.  Los españoles pensaron que para pasar más rato con ellos y empezar a entenderles, igual enseñarles las reglas del pocker era una buena manera.  Pasaron horas explicando con gestos las reglas del juego, e intentado conseguir que lo entendieran. Se apostaron cacao, especias y tabaco…   De esta manera, consiguieron comenzar una relación que más adelante llegaría a ser una amistad.

Desde ese día se enseñaban las tradiciones de las dos civilizaciones. Los españoles les contaban las historias de los Reyes Isabel y Fernando, mientras que los indios les explican sus costumbres y el modo de conseguir alimentos y como trabajaban la agricultura y el ganado.

Ninguno de todos los que allí estaban sabían dónde se encontraban, y aunque la historia dice que Cristóbal Colón murió sin conocer que había llegado a América, la realidad es que siempre lo supo.

Había dibujado mapas marítimos, descubierto tierras y viajado.  Algo no le encajaba en el tiempo de duración de su viaje, en las costumbres de estos indios, y en las estrellas y como giraba el sol. No se atrevió nunca a decir a nadie que sospechaba que no estaba en Europa, pero la verdad es que años más tarde, muchos años después, la historia le daría la razón.  Cristóbal Colón había sido el descubridor de América.

Lucía Martínez Narvarte
3er premio Categoría D. 3º y 4º ESO
X Concurso Literario Sagrado Corazón Chamartín

"EL HUECO". TERCER PREMIO RELATOS 1º Y 2º ESO


Farron aunó las fuerzas que le quedaban para seguir hacia delante. Aún no se veía el Mar, pero podía notarlo, sentirlo, olerlo. Su boca, muda. Sus cabellos, carbón. Sus ojos, vacíos. Su alma, cerca.


Como él había muchos. Farron, un cascarón como se les llamaba, era la maldición de la vida misma. Todo humano que moría en el reino de Aldia se dividía en dos: Un alma, hacia el más allá, y un hueco, un cuerpo vacío que apenas vivía, que vivía con dolor al no tener alma. Si se llamaba Farron era porque había querido, ya que hasta el recuerdo de su nombre había desaparecido y hasta un cascarón muere de viejo.

Pero si algo sabía, era que había un Mar, que lo veía todas las noches, que le llamaba. Y así fue como decidió buscarlo. Cuando se perdía, soñaba. Era como si aquel calor le guiase, y le dijese a dónde tenía que ir. Veía calles, montañas, valles y finalmente el Mar.

Pasó por las calles, a rebosar de gente, y se sintió solo. Nadie le acompañaba. La gente estaba feliz, él triste. Era casi como si su mera existencia no importase. Un insecto en una esquina, esperando a ser aplastado. Pero pensó en el Mar, en la compañía que tendría ahí. Eso le dio fuerzas para seguir.

Pasó por el bosque. El viento hacía que los árboles susurrasen. Los susurros pasaron por la cabeza de Farron, y se convirtieron en su mente en puyas, efímeros lapsos de tiempo en los que su dolor se convertía en temor, temor de que él fuese el problema en aquel bosque inmenso. Pero pensó en el Mar, en su seguridad, aceptación y calor. Eso le dio fuerzas para seguir.

Pasó por la montaña. Empezó a agotarse y, al llegar al pico de esta, se paró. Tenía frío, y aunque ahí tenía el mundo a sus pies, sintió que este le devoraba, que era pequeño e insignificante. Pero pensó en el Mar, en lo grande que sería allí. Eso le dio fuerzas para luchar.

Pasó por el valle, y allí se encontró con tres monstruos: Un oso, una serpiente y una sanguijuela. No supo por qué, pero le causaron un terror familiar, quizá de cuando no era un cascarón, y los evitó, huyó. Pero pensó en el Mar, en lo fuerte y valiente que sería gracias a él. Eso le dio fuerzas para luchar.

El viaje fue muy largo, y cada vez se sentía más débil. Empezó a encontrarse con otros cascarones… muertos. Quizá dejaron de creer en que el Mar serviría, que dejaron de soñar con Él. Pero pensó en el Mar. Eso le dio fuerzas para no morir.

Llegó. Lo hizo. Lo tocó, sintió que era real. El Mar estaba ante él. Un Mar de almas. De pronto, logró algo antes imposible: Habló. Lo contó todo, y el Mar lo abrazó con su ternura y amabilidad. Farron se acordó de su nombre, algo que careció de importancia cuando recordó quién era. Fuerte, valiente, precioso y, sobre todo, importante.

Partió de vuelta. Los monstruos del valle se arrodillaban ante él. Al ver el mundo desde el pico de la montaña sintió que estaba en la palma de su mano, que era SU mundo. Los árboles del bosque susurraban halagos y piropos. Y finalmente, se hizo amigo de la gente de la calle. Ellos estaban felices y él también. Su existencia importaba y alegraba la de otros.

El Mar le había dado un alma. Un alma a un cuerpo hueco. Un alma a una persona que había renacido. Un alma a una persona que ya no tenía miedo.
Miguel Bustío
3er Premio Categoría C 1º y 2º ESO
X Concurso Literario Sagrado Corazón Chamartín

GANADORES (ESO) DEL X CONCURSO DE RELATOS DEL APA

Continuamos con la publicación de los relatos ganadores del X Concurso de Relatos del Sagrado Corazón de Chamartín. Seguimos con la ESO: por la Categoría C (1º y 2º ESO) y la Categoría D (3º y 4º ESO). Ya sabéis: hoy lunes, publicamos el tercer premio; a mitad de semana, el segundo y dejamos el relato ganador para el viernes.

¡Disfrutad de la lectura!

viernes, 10 de mayo de 2019

"CUARTA SALIDA" (PRIMER PREMIO RELATOS BACHILLERATO)


Don Quijote: “¡No doy crédito a este asunto! Después de todo lo que he hecho para combatir las injusticias, por intentar tener una existencia más noble; después de cumplir mi palabra tras ser derrotado por el caballero de la Blanca Luna y regresar a casa, de darlo todo por la mujer a la que quiero, ¿es así como acaban mi historia?¿Muerto de tristeza en mi casa por tener que estar aquí un año?¿No he demostrado mil veces que soy un caballero, Sancho?¿Acaso se piensan que la historia acaba así?”

Sancho: “Lo sé mi señor, es natural que esté enfadado. Creo que esta salida es una gran idea, en cuanto antes hable con él y aclare este asunto mejor.”

Don Quijote: “Quién iba a decir que después de cinco meses en casa planeando mi boda con mi futura esposa tan felizmente y dedicándome enteramente a ella antes de que se cumpliera el año para volver a salir en busca de justicia iba a decidir mi autor que moriría así sin más. ¿Acaso no puedo escribir yo mi propia historia? Aparecen todos los puntos de vista menos el mío, Sancho. A nadie le importa lo que piense Cide Hamete Benengeli o el vizcaíno o un simple morisco aljamiado. ¿Por qué tienen que meterse en mi vida? De eso nada, yo elijo mi propio destino y no ninguno de ellos.”

Sancho: “¿Y que dice Aldonza de todo esto señor?”

Don Quijote: “Pues cuando nos enteramos del final de mi libro me puse furioso y, mientras cenábamos, fue a mi querida prometida a la que se le ocurrió la idea de ir a hablar con don Miguel aunque no le ha hecho mucha gracia que en vísperas de la boda me marche de casa. Sin embargo, ahora aquí estamos, como hace unos meses, trotando por los campos de Castilla. Ya echaba de menos a Rocinante.”

Sancho: “Yo creo, don Quijote, que Cervantes será comprensivo con usted después de todo. Príncipe de los ingenios le llaman ahora gracias en mayor parte a vuestra novela.”

Don Quijote: “Te tengo dicho que no me llames más don Quijote, ya que por encima de todo está mi palabra, y al ser ese mi nombre de caballero no lo usaré hasta dentro de los siete meses que me quedan por cumplir. Tan solo voy en condición de Alonso para discutir este tema que me preocupa. Y a partir de este momento narraré yo mi historia.”

Caminamos durante todo el día por el campo en dirección a Lisboa, donde se había enterado mi amigo el barbero que Miguel de Cervantes se había dirigido después de salir de la cárcel de Sevilla dónde había estado por malentendidos de dinero. Me dijeron que había ido a visitar a unos amigos a los que hacía tiempo que no veía desde que estuvo allí antes de ser recaudador de impuestos.

 El sol se estaba poniendo pero hacía tanto calor que me ardía la piel. Como si alguien ahí fuera me hubiese escuchado encontramos un gran árbol con una fuente al lado para poder beber agua. Estábamos demasiado lejos de cualquier posada y parecía que allí sería donde pasaríamos a la noche. Cuando oscureció encendimos un pequeño fuego y me quedé mirándolo como si me estuviera hipnotizando.

-“¿Sabes qué, Sancho?”- le dije a mi amigo. “Lo que más me molesta de todo es que me traten todos como si estuviera loco, como si viviera en otro mundo. Solamente creo que el mundo puede ser mejor de lo que es. La gente se está volviendo pesimista por momentos, cada vez más. Y lo peor es que me lo están contagiando un poco pero no pienso dejar que esto pase. Incluso veo probable que la generación futura esté marcada por el pesimismo existencial y el vitalismo desengañado, con esta actitud se avecina una crisis. Tú antes eras un poco así, ¿sabes Sancho? Pero has cambiado bastante desde que te conocí, te veo mejor. Creo que todos evolucionamos a lo largo de la vida, incluso los personajes de novela como nosotros, ¿no crees?”

Pero cuando miré, mi amigo estaba dormido. Había bebido demasiado vino del que nos dieron mi ama y mi sobrina antes de irnos y se notaba que estaba en un profundo sueño, espero que fuera de aventuras. Me quedé dormido pensando en mi Dulcinea mientras miraba las estrellas, aunque ella prefiere que le llame Aldonza.

Rocinante me despertó a la mañana siguiente. Tenía mucha energía y galopó durante horas y horas hasta que llegamos a Lisboa. Entramos en la posada de un amigo de Sancho e hicimos noche allí.

Luz. Mucha luz. Una suave brisa entraba por la ventana aquella mañana. Presentía que algo iba a pasar ese día. Me vestí rápidamente, no me acostumbraba a verme sin mi armadura. Bajamos a desayunar y sin perder un segundo de nuestro valioso tiempo fuimos preguntando de taberna en taberna, en el mercado de la plaza y por último fuimos al puerto. Había muchos comerciantes que venían de las expediciones. Observaba a la gente. Gente diferente. Diferentes colores. Colores también en las banderas. Banderas de los barcos. Barcos a punto de zarpar. A uno de ellos subió la chica que Sancho no paraba de mirar. No sé que veía en ella, no tenía ni punto de comparación con Dulcinea. De repente, Sancho salió corriendo y subió en el barco de la joven interrumpiendo mis pensamientos y cuando me di cuenta vi que la chica estaba tirada en el suelo y Sancho le asestaba un puñetazo en la cara del tipo que la había tirado. Como un acto reflejo fui detrás de mi amigo, el cual se encontraba ya en un apuro debido al tamaño de su enemigo. Intenté intervenir lo más caballerosamente posible para no incumplir mi promesa pero aquel hombre parecía bastante enloquecido. Me negué a sacar mi espada pero no sabía cómo reaccionar ante su ataque asique sin que nadie se lo esperara, ni siquiera yo, le hice la zancadilla y calló por la borda. Pero sin habernos dado cuenta aquel navío ya había zarpado y nos encontrábamos viajando a las Indias. Horas después estábamos mar adentro y yo estaba muy frustrado. El olor a pescado me provocaba nauseas y tenía un nudo en la garganta solo de pensar cuándo y cómo íbamos a regresar. Aunque a Sancho no parecía importarle mucho porque en vez de escucharme llevaba horas hablando con aquella mujer que nos había causado tantos problemas.

Entre el mareo y la angustia no pegué ojo en toda la noche. Eran las seis de la mañana y todavía no había amanecido cuando cundió el pánico en cubierta. Sonidos de cañones y aquel barco que nos atacaba tomado por piratas amedrentaba a los viajeros. Como si el clima acompañara a la batalla para darle más dramatismo se levantaron unas gigantescas olas y horas después nos encontramos capturados por aquellos piratas en un barco español que habían atracado horas antes. En la celda contigua a la nuestra había un hombre ya entrado en edad y me llamó la atención algo que dijo, parecía estar escribiendo y formuló una frase en voz alta: “Más hermoso parece el soldado en la batalla que sano en la huida”. Y lo cierto es que no podía estar más de acuerdo asique me acerqué a las rendijas y le pregunté qué hacía. A él le tenían prisionero en aquel barco desde hacía tres días y por lo visto decía que cuando estaba encarcelado tenía más inspiración para escribir. La obra en la que estaba trabajando ahora iba a titularla Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Lo cierto es que nos entendíamos bastante bien, era un hombre de mundo, como yo. Nos contamos muchas aventuras, él al igual que yo había estado en batallas, es por ello que no tenía movilidad en la mano izquierda. Pero según él la batalla de Lepanto fue «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros» cito textualmente. No quería darle detalles de mi vida a un desconocido pero le conté que no podía combatir en un año entero y que prefería perder la vida antes que la honra. Me dijo que le recordaba mucho a alguien del que escribió una vez pero que no solo se trataba de mí sino de todas las personas que iban en aquel barco y que teníamos que buscar una solución. Así pues, aquella noche la amiga de Sancho engañó al guardia que tenía las llaves tal y como las mujeres saben hacer y muy silenciosamente fuimos abriendo las celdas de los que estaban capturados. Una alcahueta que también estaba con nosotros se coló en la cocina del barco y vertió en la bebida algo que según ella provocaba un sueño muy profundo, cuando toda la tripulación estuvo dormida nos escapamos en los botes y navegamos durante dos días casi sin hablar, muertos de sed. Lo único que me mantenía con vida era Dulcinea. Cuando creíamos que íbamos a morir deshidratados avistamos tierra y remamos con todas las fuerzas que nos quedaban. Para nuestra sorpresa nos encontrábamos en el noroeste de la península. Debían ser piratas ingleses que se dirigían al norte para llegar a Inglaterra. Tan solo quería dar gracias por seguir vivo, por tener a Sancho a mi lado y solo quería volver con Dulcinea. Ya no necesitaba otro final para mi historia porque solo me importaba la opinión de unos pocos. Además, no había roto mi promesa. Deseaba volver a casa pero Rocinante se había quedado en la posada del amigo de Sancho, el cual me dijo que le enviaría una carta para que nos visitara y nos devolviera a mi caballo. Entonces nos despedimos de nuestros amigos y nos subimos en un carro que iba a Castilla. Justo antes de que los caballos comenzaran su camino le dije a mi compañero de celda que me llamaba Alonso Quijano y no sé por qué se quedó blanco como el papel. Él me grito su nombre cuando los caballos ya habían empezado a galopar y no pude escucharlo. Nunca supe cómo se llamaba aquel hombre.

Sara Molina de Lara
Ganadora Categoría E Bachillerato
X Concurso Literario Sagrado Corazón Chamartín