VISITA A LA CUEVA DE LOS ENEBRALEJOS
Estalactitas, estalagmitas, banderas, coladas…infinidad de formas como estas nos regaló la cueva de los Enebralejos. La excitación inicial al ponernos los cascos dejó paso al silencio exigido por el lugar. La explicación del guía, barbudo y curtido en más de una cueva, acompañaba la luz de nuestros frontales mientras descubríamos más y más cosas del mundo subterráneo. “Venga ya…¡¿en serio crecen sólo 1 cm3 cada siglo?!” o algunos “…oooooh…” acompañaban el camino del grupo mientras recorríamos los casi 500 metros de cueva visitables.
Después de más de una hora de exploración, salimos a la superficie para disfrutar de una muy merecida comida, no sólo por el camino agachándonos y descendiendo al río subterráneo, sino también por la gran atención y saber estar que pusimos por nuestra parte. Como postre, un paseo por el río cercano a Prádena observando pájaros, árboles y un antiguo molino de agua reconstruido.
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