Cuando salimos de ese primer partido, las únicas palabras con las que podíamos describir todo lo que habíamos presenciado eran: íncreible, alucinante, asombroso, único.
Para nosotros, pasó de ser un deporte completamente desconocido, a uno de los más especiales.
Una de las cosas que más nos impactó fue el control que tienen sobre el balón, pese a no poder ver. Además de la velocidad, los pases, los goles... En definitiva, todo. Porque, sin algo que para todos es tan esencial (que incluso nos cuesta bendarnos los ojos para los juegos de confianza), ellos son capaces de hacer buenísimas jugadas y marcar goles alucinantes.
Otra cosa que nos marcó muchísimo, fue el buen ambiente que había en las gradas. Nada más llegar, el primer día, un reportero extranjero nos ofreció un pañuelo para secar nuestros asientos (estaba diluviando), parte del equipo de Mali nos saludó con una sonrisa y la afición argentina nos invitó a sentarnos con ellos y animar a su equipo. Y así es cada vez que vamos a un partido. El espíritu del deporte es más fuerte que la competitividad y nos une a todos en torno a una misma pasión.
Por eso, me gustaría invitar a todos nuestros lectores a acercarse a ver los próximos partidos. Es una experiencia inolvidable que van a disfrutar.
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