El
día 6 de marzo, tras dos años de preparación, los alumnos de 2º de Bachillerato
recibimos el Sacramento de la Confirmación. Para muchos de nosotros no
fue una decisión fácil ni rápida de tomar, puesto que cada uno de nosotros
teníamos la libertad de decidir si recibir o no el Sacramento.
Por primera vez éramos nosotros solos los que nos acercábamos a un Sacramento;
en el Bautismo nuestros padres nos llevaban en brazos, y en la Comunión nos
acompañaban de la mano. Gracias a nuestras catequistas, durante la
preparación hemos profundizado en nuestra fe, crecido como cristianos y nos
hemos comprometido a ser seguidores de Cristo, ser ejemplo de su vida y sus
enseñanzas.
Las experiencias personales que hemos compartido compañeros y catequistas nos
han servido para conocernos mejor los unos a los otros, valorarnos más, y
aprender de las experiencias de los demás. Durante este tiempo a muchos de
nosotros nos han podido surgir dudas o miedos, que gracias a esos encuentros y
reuniones en grupo las hemos aclarado y resuelto.
Una semana antes de la confirmación, todos los grupos nos fuimos a Santa María
de Huerta, a un retiro espiritual. Al principio, cuando el colegio nos lo
propuso, la mayoría reaccionamos con pereza y desgana… Sin embargo, luego
descubrimos que dos días eran pocos. Fueron dos días estupendos, en los que
descubres que convivir, reflexionar y compartir experiencias con tus compañeros
que van a dar el mismo paso que tú, te sirve para afianzarte en tu decisión y
creer aún más en el Sacramento que vas a recibir: la fuerza y dones del
Espíritu Santo, que nos acompañaran el resto de nuestra vida.
El día de la Confirmación, recibimos el Sacramento acompañados de un padrino,
el cual escogemos nosotros mismos pensando que será ejemplo, ayuda y guía en
nuestra vida. En mi caso fue mi hermano mayor Ignacio.
La ceremonia fue muy bonita y llena de símbolos. A mí me pareció muy emotivo el
momento en el que dicen nuestros nombres y nos ponemos en pie y contestamos; ¨Aquí estoy Señor, porque me has llamado¨.
Cuando sentí las manos del Vicario sobre mi cabeza sentí alegría, fuerza y
ganas.
Creo
que esto es lo que me ha concedido el Espíritu Santo y que yo debo aprovechar y
utilizar en mi vida.
Javier Pazos González
2º Bachillerato
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