El 16 de marzo, los mayores del
colegio hemos honrado al arte, la historia y el deporte en un mismo día. Todo
listo para un día artístico sin precedentes.
Antes de empezar contemplamos la
pared, buscando el espacio, la simetría y concibiendo la representación en
nuestra mente. Una vez hecho eso nos ponemos en marcha. No hay nada que de más
miedo que una pared blanca, ¿por dónde empezar?, ¿qué hacer?... Por suerte no
estamos solos. Contamos con un gran artista que, con sus indicaciones, nos hace
artistas por un día.
Comienzan los bocetos. Grandes hitos
del pasado histórico se alzan en una desnuda pared con trazos de tiza todo
simples. Enseguida esa tiza queda en un segundo plano al verse superada por la
brillante pintura que se desliza por la pared. Rápida, ligera.
Pirámides, crómlech, arcos del
triunfo... Todos ellos se levantan en su más grafitera perfección, todos ellos
esperando a ser admirados.
Niños sorprendidos contemplan sin
entender, mientras algunos les explicamos el gran significado de lo creado. El
arte del graffiti, pocas veces entendido, pero arte, al fin y al cabo, lleva el
conocimiento y el asombro a estas pequeñas cabecitas y otras no tan pequeñas,
enseñando la gran importancia de la creatividad, la importancia de ser
creadores.
Todos unidos bajo el mando del artista
que nos guía. Él y la fuerza del arte sacan a la luz nuestra creatividad y nos
hacen capaces, incluso a los más torpes, de crear las más hermosas maravillas.
Parece imposible, pero nuestras sonrisas descubre que no hay nada imposible al
ver terminada la obra. Pero esto no es sólo una obra. Es la huella de nuestro
paso por el colegio. Una huella artística y eterna. ¿Quién sabe si dentro de
unos años, cuando volvamos de visita, seguirá todavía viva? El paso del tiempo
habrá hecho estragos en ambos y tan sólo nos quedará un recuerdo agridulce de
esos mágicos años.
Pero hoy no es ese día. Hoy formamos
parte de algo, algo especial que nos hace sentir diferentes. Hoy nos hemos
levantado y hemos creado algo nuestro. Esto hará que nuestro recuerdo perdure
en el tiempo. Símbolo de nuestra juventud, nos hace sentir infinitos, no porque
vaya a vivir para siempre, sino porque fuimos los primeros. Este colegio nos ha
dado mucho. Lo llevamos en nuestro corazón. Pero una parte de nosotros también
se queda aquí desafiando al tiempo y al olvido.
Manuela Ortíz (2ºBachillerato)
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